R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

Aborto e infanticidio en Grecia y Roma

P. GONZALEZ GUTIERREZ

El "eros" en Grecia no es asociado a la mujer honesta, sino a la hetera o la concubina, y en el caso de que se asocie a una mujer casada lIeva consigo el matiz de la deshonra ya que no asocia la sexualidad a la loable tarea de la procreacion sino que acerca a la mujer al mundo animal, como algo no racional ni ajustado a la norma natural, cosa muy mal vista en una sociedad que propugnaba la racionalidad en el matrimonio. Los verbos usados para las relaciones sexuales tienen muchos matices, usandose algun termino solo para mujeres extranjeras y animales con un matiz muy carnal, de acto puramente fisico, otros eran usados para las relaciones sexuales deshonrosas o peligrosas para la ciudad. Tengamos en cuenta que el sexo dentro del matrimonio en Grecia era una obligacion para con la ciudad y la familia, pero que se consideraba que la esposa legitima no estaba hecha para proporcionar placer al hombre.

Tampoco en Roma se incluye el amor como algo necesario para el matrimonio, y de hecho se ridiculiza al esposo que no podia separarse de la esposa. Seneca lIega a tachar de adultero al marido que trata a su mujer como a una amante. El placer no era necesario para la mujer en el matrimonio, y podia ser perjudicial ya que se le gustaba el sexo podia ser infiel mas facilmente. Asi mismo se tenian relaciones amorosas con las luces completamente apagadas y solo durante la noche3• El matrimonio sigue siendo un deber y lo que se desea en él es la armonia, conseguida por el sometimiento de la mujer, su silencio y su castidad.

La edad minima para el matrimonio era aproximadamente la pubertad. En Roma la edad se establecio en los 12 años para las chicas, mientras que en Grecia el matrimonio se retrasaba para ellas hasta los 16 o 18 años. En cambio en el hombre la edad ideal para el matrimonio se retrasa bastante, hasta los 30 años en el caso de Atenas. En Roma las edades se aproximan mas, pero igualmente la edad mínima de los varones era de 14, mayor que para las chicas. En teoria la muchacha debia ser puber para poder casarse, pero al menos en Roma no se consideraba que esto estuviera condicionado por la primera menstruacion, sino mas bien por el que la chica fuera viripotens, es decir, que pudiera soportar fisicamente ser poseida por un hombre.

No seran extraños los casos de matrimonios prepuberales, y pueden encontrarse lapidas de muchachas de diez u once años en que aparecen como mujeres casadas. El gran debate en torno a este tipo de matrimonios es si se consumaban o no. Real¬mente debemos suponer que estos matrimonios se consumarian ya que encontramos recomendaciones de los medicos romanos de consumar antes de la pubertad ya que esa práctica supuestamente favorecería la bajada de la regla, asi como legislaciones tendentes a permitir que los maridos acusaran de adulterio a sus mujeres aunque estas no hubieran cumplido los 12 años reglamentarios.

Por otra parte, los matrimonios de mujeres muy jovenes pueden ser una ventaja teniendo en cuenta la desproporcion que parece apreciarse entre hombres y mujeres. Una mujer joven se casa con un hombre mayor, y cuando este muere aun esta en condiciones de tomar un nuevo marido y aportarle descendencia. Pero tambien sup one un gran riesgo para la muchacha, ya que los embarazos precoces suponen un gran riesgo y desgaste para la joven madre.

En Atenas el adulterio era considerado un delito publico. Ante una seducción 0 violación el hombre era considerado culpable legalmente ya que se consideraba que la mujer era el objeto pasivo, pero si los amantes eran sorprendidos en flagrante adulterio el marido podia vender a su esposa como esclava. En todo caso la seducci6n estaba peor considerada que la violaci6n ya que implicaba premeditaci6n y asi el marido podia matar al seductor, mientras que al violador solo se le multaría.

El hombre seductor podía sufrir castigos muy infamantes, como el afeitado del pubis (lo cual era una practica femenina). En cuanto al resto de Grecia la legislación sobre el adulterio era similar, siendo la muerte para el seductor el castigo mas habitual, aunque tambien hay penas como la ceguera (Locros), la exposici6n a escarnio durante tres dias y la atimia de por vida (Lepreo). Habia destacables excepciones como Esparta o Gortina, limitandose la pena por adulterio en esta ultima ciudad a una mera multa y no existiendo realmente como concepto en la primera.

El marido ateniense estaba obligado a divorciarse de la mujer (pese a que pudiera ser esta un objeto pasivo), sin que esta pudiera demostrar su inocencia. Ademas la mujer acusada de adulterio quedaba condenada a no poder usar alhajas y quedaba excluida de las ceremonias públicas. No podría obtener un nuevo marid0.
El adulterio resultaba pues una opción muy arriesgada para la mujer. Asi que podia optar por las relaciones homosexuales (aunque el ambiente no era el mas propicio) 0 por la masturbaci6n, considerada aceptable). Podemos ver en numerosas ceramicas griegas a hetairas con dildos, aunque hay que destacar que estas representaciones nos muestran las fantasias de los hombres y no de las mujeres.

En una inscripción de la primera mitad del siglo I a.C. encontrada en Filadelfia (Lidia) que recoge una ley sagrada de un culto privado, podemos ver que entre las exigencias de pureza exigidas para lIevar a cabo el culto está el de guardar unas ciertas normas morales en torno a la sexualidad, muy en consonancia con la aspiraci6n de alcanzar una gran pureza que tan en boga esta durante el helenismo. En el texto se ve una diferencia sustancial entre la pureza exigida al hombre, al que se le exige que no seduzca a mujeres vírgenes ni que tengan marido ni a ninñs, sin hacer comentario alguno sobre mujeres solteras no virgenes, y la pureza exigida a la mujer, que no puede mantener relaciones con ningun hombre que no sea su marido.

Es destacable la condena a la pederastia, que antes no era algo reprochable, pese a lo que pueda ironizar la comedia. Los descensos poblacionales que causan las guerras hacen que se vea mejor el amor heterosexual que otras practicas sexuales. Tambien se prohibe dar venenos, bebidas magicas, abortivos o anticonceptivos, así como enseñar su uso a nadie.

El niño al nacer debia ser aprobado por el padre. En Roma al nacer se ponia al bebe en el suelo a los pies del padre y si éste lo cogía y abrazaba pasaba a ser parte de la familia. En caso de ser una niña, el ritual se reducía a ordenar el padre que la madre le diese el pecho. Algunos estudios recientes, como por ejemplo los lIevados a cabo por Koves- Zulauf en su obra Romische Geburstsriten, publicada en Munich en 1990, han dudado de que este ritual se lIevara realmente a cabo, diciendo que era mas un simbolo que un acto real. A los ocho (si era una niña) 0 nueve dias (si era un niño) se lIevaba a cabo la ceremonia purificadora de la lustratio en la que tambien se imponía al niño el praenomen, aunque no lo usaria hasta la toma de la toga viril.

En Grecia había una ceremonia similar a la lustratio que era la lIamada Anphidromia, o fiesta del decimo dia en la que el niño era presentado ante cierto numero de parientes y amigos. En esta fiesta el ninño era reconocido oficialmente por su padre y dejado en el suelo junto al hogar y se le daba un nombre, simbolo de pertenencía a su linaje, teniendo el primogénito derecho a llevar el nombre de su abuelo. La puerta de la casa era decorada luego con una corona y se daba un banquete. Asi se consagraba al hijo como legítimo y se dejaban futuros testigos en caso de que algun dia se dude de su legitimidad.

Aborto y anticonceptivos.
El aborto no está claramente penado ni por las leyes griegas ni por las romanas y cuando empieza a estarlo es más una cuestión de proteger a la madre que al niño. En todo caso no gusta demasiado ya que se considera que es usado para esconder una relación adultera. Hay que tener en cuneta que el feto se considera parte del cuerpo de la madre, y no como un ser vivo.

Además siempre resulta muy peligroso para la madre, y conservamos varios testimonios de ello, como el de Corina, amante de Ovidio, que enfermó gravemente al haber intentado abortar. También Suetonio relata la muerte de Julia, la sobrina de Domiciano, a causa de un aborto provocad0. La probabilidad de que los órganos cercanos sufrieran cortes si el método usado era el quirúrgico o de que hubiera fulminantes infecciones si se introducían tampones con sustancias por la vagina, era altísimo, y no debieron ser pocas las mujeres que murieron intentando deshacerse del feto. Los únicos medios seguros en el aborto eran los que eran ineficaces, como las tisanas de ginebra.

Aunque el aborto saliera bien había una alta posibilidad de que la mujer sufriera una infertilidad secundaria. Este riesgo es tres o cuatro veces mayor que en las mujeres que no han abortado nunca. Si el aborto se hacía por medios mecánicos se deñaba el cérvis uterino, debilitandolo e impidiendo que soporte el peso de otro embarazo. Así mismo las infecciones que acompañan al aborto pueden provocar el taponamiento de las trompas de falopio. A largo plazo se debate últimamente otro desagradable efecto secundario de los abortos, el cancer de mama. Algunos estudios realizados consideran que el desajuste hormonal que supone el cese del embarazo puede aumentar el riesgo de este tipo de cáncer.
El aborto estaba mal visto no solo por los riesgos sino porque se presupone que quien aborta y no recurre al infanticidio es porque pretende ocultar una relación adúltera o escatimarle los hijos al marido. Además va en contra de las políticas pronatalistas romanas, así que se tomaron medidas desde pronto, como la Ley Cornelio promulgada por Sila en el 81 a.C.

Aun así debió practicarse frecuentemente, y es algo que aparece en numerosas sátiras y en obras filosóficas como las de Séneca, que piensa que el aborto es un signo de depravación de la sociedad. Se recurre a pensamientos como el pensar qué hubiera pasado si la madre de Rómulo y Remo, o Eneas hubieran abortado, o que es antinatural ya que las hembras de animales no matan a sus cachorros. Estos pensamientos son los que aun hoy se esgrimen por los antiabortistas. Pero por lo general el feto no era considerado como una persona, sino como una futura persona, antes de nacer era aun tan solo una parte de la madre. Incluso para los judíos, que conservaban toda su descendencia, el nonato no era aun una persona, como podemos ver en el Deuteronomio 21:23, en el que hacer abortar a una mujer solo se paga con la vida si muere la mujer, si ésta no muere solo hay una sancion menor. Así mismo los estoicos pensaban que el alma solo llegaba al recién nacido cuando éste era expuesto al aire, y Aristóteles, luego seguido por Agustín de Hipona, creía que el alma (la vida) solo llegaba cuando el feto ya estaba formado, después de los cuarenta días para el niño y de los noventa para la niña. Luego el aborto no puede ser considerado realmente como un homicidio.

En las sátiras aparece de forma especialmente visible, siendo muy criticado, aunque no podemos tomarnos literalmente estas informaciones, ya que la sátira se sirve de la deformación de la realidad para lograr el efecto deseado. Citamos como ejemplo a Juvenal, que en su sátira VI, 595 - 607 afirma que "éste es el poder que tiene las artes y las medicinas de aquellas que hacen a la mujer estéril y matan a los niños en el vientre".

Aun estando mal visto por la sociedad y estando prohibido practicarlo para quienes realizaran el juramento hipocrático, también llega a justificarse, y podemos encontrar a los grandes filósofos reconociendo casos en que sería admisible, e incluso obligatorio en sus utópicos Estados. Por ejemplo para Platón sería algo necesario para proteger la raza de los guardianes y los gobernantes. Aristóteles también lo considera necesario para que no aumente el número de ciudadanos y que no se tengan que fragmentar los lotes de tierra, estableciendo un número máximo de hijos por matrimonio.

Se conocían en la antigüedad bastantes plantas que podían funcionar como abortivos, distinguiéndolos de los anticonceptivos. Se menciona como anticonceptivos diversas mezclas o tapones para introducir en el útero. Por ejemplo Sorano de Éfeso, médico de época de Adriano, recomienda en su obra Ginecología, una mezcla compuesta de aceite de oliva rancio, miel y bálsamo o resina de cedro, que debía introducirse en el útero. También afirma que una bola de lana empapada en vino o en una sustancia gomosa es efectiva, rechazando en cambio el uso de amuletos como la matriz o el cerumen de mulo o una araña envuelta en piel de ciervo.

Algunos de estos supositorios vaginales podían tener cierta eficacia, al obstruir la entrada al utero o al cambiar el PH de la vagina y actuando así como espermicida, aunque hay que tener en cuenta que la fiabilidad de estos métodos era limitada. En los tratados científicos no se menciona el coitus interruptus como método anticonceptivo pero si se menciona en otras fuentes como en las obras del poeta Lucrecio. Esta omisión no quiere decir que el método no fuera usado, sino que era tan habitual que se daba por supuesto. Aunque también es cierto que los métodos que supusieran una merma del placer del varón no serían tampoco considerados las más adecuados.

Lo que si aparece es el lavado vaginal. Se recomendaba a la mujer que cuando el hombre fuera a eyacular contuviese la respiración, reculase un poco para que el semen no fuera eyaculado tan adentro y que luego se levantase rápidamente, estornudase, escupiese y se lavase con agua fría. Ésta es una creencia que ha perdurado durante mucho tiempo, y aun hoy podemos encontrar mujeres que creen que es un método eficaz para prevenir embarazos.

Los médicos hipocráticos consideraban que el placer y el orgasmo femeninos eran necesarios para la concepción, ya que la mujer debía emitir su semen. Esto hacía que consideraran como eficaz método anticonceptivo el que la mujer no lograra el orgasmo. Aristóteles no está en absoluto de acuerdo con esta tésis, afirmando que la mujer puede concebir perfectamente sin necesidad de sentir placer.

Los anticonceptivos, junto con las prácticas abortivas, la homosexualidad o las relaciones extramaritales son rechazadas por el judaísmo, el cristianismo y por movimientos filosóficos como el estoicismo, ya que todos estos movimientos con¬ideran que la función de la relación sexual es la procreación, siempre dentro del matrimonio por supuesto. Aunque hay que decir que en el Antiguo Testamento no hay condena explícita a las prácticas anticonceptivas.

Entre las plantas usadas como abortivas podemos destacar algunas. La ruda (ruta graveolens, L) es mencionada por Dioscórides en su tercer libro, en pequeñas cantidades tiene una función emenagoga, es decir que provoca o facilita la menstruación, pero en dosis mayores puede provocar abortos. Es una planta muy peligrosa para la madre, ya que causa grandes hemorragias.

La sabina es otra de las plantas abortivas más importantes, citada ya por Catón y Plinio. Contiene sabinol, de acción irritante y que produce una gran inflamación gastrointestinal y gastrourinaria, pero también paralisis del sistema nervioso central, convulsiones o la muerte. En ocasiones se puede producir la muerte de la madre sin que se hubiera conseguido la expulsión del feto.

Otra planta mencionada como eficaz abortivo es la sabina, muy peligrosa también para la madre, pero que aun hoyes usada en el Magreb. Así mismo el azafrán en grandes cantidades también resulta efectivo, pero a la gran peligrosidad que supone para la madre hay que añadir el precio. En pequeñas cantidades facilita la menstruación y puede ayudar en el parto.

Sornano menciona también el silphio y la opopanax, probablemente dos tipos de cabañeja (Ferula communis), como anticonceptivo o abortivo temprano. En 1963 se hicieron experimentos que comprobaron su efectividad. Tiene también, en dosis menores un efecto emenagogo.

La granada (Punica granatum) también era prescrita como un abortivo temprano, ya se oralmente o en forma de supositorios. También es prescrita por la literatura india e incluso por la medicina popular y algunos estudios actuales, que le reconocen una cierta capacidad anticonceptiva además de la abortiva. También es vermífuga.

Otra planta usada como abortivo temprano es la que encontramos en Sorano con el nombre de leukoion y que se ha identificado con el alhelí de invierno (matthiola incana) o con el alhelí amarillo (cheiranthus chieri), ambas de la familia de las crucíferas. La pimienta también es citada como elemento abrotivo, y se ha demostrado su efectividad en animales pequeños, pero para que la dosis fuera efectiva en una mujer adulta tendría que ser muy grande. Otras plantas como la rúcula o el heracleum sosnowsky no han sido suficientemente estudiadas, pero tendrían un valor anticonceptivo o abortivo menor.

Aun así la mayoría de las plantas recomendadas por Sorano son de eficacia probada por la ciencia actual. La eficacia de estas plantas viene dada por diferentes aspectos, algunas contienen sustancias parecidas a las hormonas animales, y al romper el equilibrio hormonal pueden causar falta de fertilidad o abrotos. Otras provocan contracciones uterinas, y en pequeñas dosis son emenagogas. El problema de estas plantas es que la dosis no siempre sería la adecuada, y los efectos secundarios son bastante peligrosos.

Dioscorides también proporciona una lista de plantas que son abortivas como el chopo (populus alba), la hiedra (hedera heli.T), el enebro (juniperus communis)o las flores de la col, y menciona algunas de las citadas por Sorano, como la pimienta. Estas plantas podían tomarse oralmente o aplicarse en supositorios vaginales. De la rúcula no afirma que tenga un uso anticonceptivo, sino que estimula el deseo sexual.

El helecho macho es citado también tanto por Dioscórides como por Plinio y Galeno. Podía causar gastroenteritis, trastornos nerviosos, ceguera, y afecciones cardiácas y renales.Otras plantas mencionadas por los médicos para la elaboración de tisanas o cataplasmas son la artemisa (que puede provocar nefritis y paro respiratorio), la malva, el malvavisco, el fenogreco o los granos de lino. Al hombre en cambio se le recomendaba comer un tipo de apio silvestre, nymphea o cáñamo para evitar la concepción.

El vino también era conocido por sus efectos perjudiciales para el feto, y la mayoría de los médicos advierten a las madres contra ello. Lo cual nos da una idea de lo mucho que se rompía la regla que apartaba a las mujeres de las bebidas alcohólicas.

El aborto también podía hacerse por métodos que podríamos llamar quirúrgicos, con unas agujas o instrumentos cortantes, pero eso conlleva bastante riesgo para la madre, que tiene muchísimas probabilidades de morir o quedar estéril para siempre. Aun así este método ha sido muy usada hasta épocas muy recientes en todo el mundo.

También se puede recurrir a métodos mecánicos, que consisten en hacer justo lo contrario a lo que se recomienda a una embarazada, es decir, la mujer debe cargar pesos muy pesados, hacer ejercicios violentos, dar paseos muy enérgicos o viajar en carr0. A veces se recurre también a la sangría para provocar el aborto, pero puede ser realmente peligroso para la madre si se sangra en exceso. Así mismo se recomiendan masajes fuertes en el vientre y el pubis.

Sorano, al que no le gusta nada el aborto pero lo acepta si la madre corre peligro, siente una especial repugnancia por estos medios quirúrgicos y mecánicos, recomendando en cambio baños calientes, una dieta debilitante, ejercicio físico y tisanas y tampones con ciertas sustancias. Estaba claro que la contracepción era más segura, aunque no siempre funcionaba, ya que se mezclaban los consejos que podían ser útiles con los claramente inútiles o mágicos, así que tanto anticonceptivos como abortivos debían usarse parejos.

Por último hay algo que no podemos dejar de destacar, y es que en ocasiones se podía llevar a cabo una anticoncepción involuntaria, ya que se pensaba que el período más fértil de una mujer era justo después de pasar la regla. O bien, al contrario, intentando no tener hijos fomentar su nacimiento. Sin duda el anticonceptivo más fiable y eficaz era la abstinencia. Seguramente el sexo con la esposa legítima una vez que se hubieran tenido los hijos deseados no sería lo más frecuente. El hombre no tenía ningún tipo de problema en acudir a esclavas, prostitutas, concubinas …

Aunque se ha considerado un avance moral el que en épocas tardías se empezara a exigir fidelidad al hombre también, deberíamos plantearnos que el sexo extramarital protegía en cierta forma a las mujeres legítimas de los peligros de los embarazos y partos, que eran algo tremendamente peligroso, calculándose el porcentaje de mujeres muertas por ello en un cinco o un diez por ciento, sin distinción de clases, pues era algo en lo que no había una medicina eficaz.

En ete sentido hay que destacar los estudios realizados sobre esqueletos de mujeres de distintos momentos de la Antigüedad griega y romana por J. Lawrence Angel, quien, basándose en las pruebas que dejan los partos en los esqueletos femeninos (como por ejemplo lesiones en el pubis), ha calculado que el número de embarazos por mujer fue bajando desde los 5 de las mujeres del 2.000 a.C. a los 4.1 en el 1.150 a.C., los 3.6 del 300 a.C. o los apenas 3.3 de la Roma imperial. Estos indicadores pueden no ser tan precisos como los autores de los estudios hacen ver, pero no dejan de ser significativos.

Mucho se ha debatido sobre el uso de anticonceptivos y abortivos, sobre la eficacia o no de los anticonceptivos o sobre la conciencia a la hora de limitar el crecimiento de la población, ya que al mezclarse los métodos de cierta eficacia con los inútiles no habría tal capacidad real de limitación. Aunque no deberíamos olvidar que aunque la anticoncepción fuera más segura existían otros métodos para deshacerse de un niño no deseado.

Además deberíamos plantearnos que realmente no podemos juzgar el uso del anticonceptivo por la eficacia del mismo. No deberíamos tomar tan a ligera el uso de sustancias o incluso de amuletos a la hora de tratar este tema. Puede que algunos métodos para la limitación del número de embarazos fueran más eficaces que otros, pero el caso es que la intención está ahí. Los matrimonios eran conscientes del número de bocas que querían o podían alimentar y no sobrepasaban ese límite.

Así pues deberíamos considerar que desde el mismo momento en que existe un amuleto cuya función es la de evitar quedarse embarazada, existen los anticonceptivos. Si negamos la existencia de los mismos solo porque no sean científicos o porque su eficacia no está demostrada deberíamos negar la existencia de la misma de la medicina hasta hace muy poco.

Infanticidio y exposición.
El tema del infanticidio y si éste era algo común o no en la antigüedad ha sido también objeto de debate a lo largo de los últimos tiempos. La cuestión de la desproporción entre hombres y mujeres en la antigüedad grtiega y romana ha sido uno de los argumentos más debatidos. Mientras que Engels piensa que una exposición de una de cada cinco niñas sería fatal para la demografía otros autores consideran que era posible, añadiendo además que estudios realizados en ciertas sociedades actuales que muestran dicha desproporción, ésta se debe al a práctica del infanticidio femenino. Así mismo hay evidencias en las fuentes de estas exposiciones, como por ejemplo en papiros egipcios de época ptolemaica que prescriben una cierta cantidad de días de purificación para quien haya practicado el aborto, quien haya parido o quien haya expuesto al recién nacido.

Los niños podían ser abandonados nada más nacer si el padre consideraba que no era adecuado conservarlos. Incluso los romanos, que en principio debían conservar a todos sus hijos varones (así la ciudad se aseguraba un buen número de soldados) no veían problema en conservar tan solo a una niña y se asombraban de que los judíos conservaran a todos los hijos que tenían.En todo caso, tanto en Grecia como en Roma, las leyes prescribían que un niño deforme o monstruoso debía morir. Pero otras razones podían ser también válidas, como el pensar que no podía alimentársele o el no querer dividir demasiado la herencia.

Si el padre no aceptaba al niño, éste era expuesto en algún lugar determinado. En la ciudad de Roma había delante del templo de la Pietas una columna lactaria para depositar los niños no deseados. Generalmente eran recogidos por personas que comerciaban con esclavos o regentaban burdeles. Las mujeres no tenían nada que decir en esta decisión hasta que dos senados consultos, uno de época de Trajano (SC Placianum) y otro de época de Adriano, dan a la mujer el derecho a exigir al marido que no rechazase al hijo. La decisión podía no ser tomada siempre por el padre de la criatura, sino por el paterfamilias. Podemos ver un ejemplo en la prohibición de criar al recién nacido que dicta Augusto contra Julia, desterrada ya. En todo caso, si no se podía criar a un hijo no siempre se le exponía formalmente, sino que podía pasarse el hijo a una familia vecina, que, por ejemplo, no pudiese tener hijos, o que simplemente tuviera la fortuna suficiente como para hacerse cargo del niño.

El infanticidio debió afectar sobre todo a las mujeres. En Roma se prescribía que se debía criar a los hijos, pero solo era necesario criar a una muchacha. Esto puede explicar el nombre único que recibían las chicas durante la República. De hecho un autor griego de la Comedia Nueva, Podisipo, afirmaba que un hijo lo cría el que es pobre pero que una hija la expone hasta el que es rico. Esto hacía que hubiera una desproporción entre hombres y mujeres que facilitaba el matrimonio a la mujer, haciendo impensable que se quedase soltera. La desproporción se veía agravada por las muertes en el parto. Así que no se compensaba ni siquiera con las muertes de varones en las guerras.

El infanticidio femenino resultaba lógico y normal para la mentalidad y sistema antiguo, ya que la hija era una carga. Había que criarla, educarla y proveerla de una dote, marchándose del grupo familiar cuando se casaban, que era cuando empezaban a ser productivas y llevándose consigo parte del patrimonio sin aportar nada a cambio. Las únicas ventajas de criar a una hija eran las posibles alianzas que podían crearse con su boda, o, si era la primogénita, asegurarse un heredero hasta que naciese un hijo varón, cosas que podían ser útiles en caso de una familia acomodada e influeyente, pero que iban perdiendo atractivo según se descendía en la escala social.

Si los ricos exponían a la criatura esperando perderla de vista para siempre y los pobres, quizás guiados por la esperanza de que el niño tuviera una mínima esperanza de supervivencia, también se recoge en las fuentes romanas otras causas para la exposición de los niños, como por ejemplo las razones religiosas. Así cuando murió Germánico la plebe apedreó los templos y expuso a sus hijos como protesta contra los dioses, y cuando Nerón mató a su madre un ciudadano expuso a su hijo con un cartel que indicaba que no quería criarlo, no fuera que estrangulase a su madre. No podemos saber hasta que punto lo que nos cuentan sobre esta anécdota es cierta, pero aunque sea una exageración, una licencia poética, nos permite hacernos una idea de que, en genaral, no estaba mal visto el abandono del recién nacido.

Incluso Suetonio recoge en la vida de Augusto un intento del Senado de prohibir a los padres criar a los hijos que nacieran ese año, vistos los prodigios que anunciaban un rey para Roma, aunque dice que la norma no llegó a ser nunca válida. Evidentemente nos encontramos ante un recurso poético pero no deja de ser significativo a la hora de analizar el valor que podía tener la vida del recién nacido.
Un debate que se afrontará a lo largo de la historia de Roma, hasta muy entrado el Imperio, es la capacidad que tiene un padre para reclamar un hijo al que ha expuesto. Se plantea no solo la posibilidad sino también si el padre biológico debería entonces pagar a quien hubiese recogido al niño por los gastos que hubiera ocasionado la crianza del mismo. Diferentes emperadores, como Augusto, Vespasiano, Tito o Domiciano intentarán solucionar el dilema.

En el Bajo Imperio se reconocerá cierta capacidad del que hubiera sido expuesto y estuviera en situación de esclavitud para recobrar la libertad. Debería compensar al dueño con dinero o con otro esclavo. Las prohibiciones de Valentiniano, Valente y Graciano en el 374 sobre la exposición no debieron de surtir demasiado efecto ya que Justiniano, en el 529 vuelve a legislar dando la opción a quien hubiese criado a un expuesto para considerarlo libre o esclavo a su voluntad.

Según avanza el Imperio también se limitará la patria potestas, tendiendo a eliminar el poder de vida y muerte, así como el de venta, del padre sobre el hijo. Se equiparará cada vez más el dar muerte a un hijo con el homicidio. En la Edad Media ya será algo completamente condenado, pero eso no quiere decir que dejara de hacerse, ya sea por medios directos o indirectos, dejando morir al niño mediante una serie continuada de negligencias en su cuidado. Aun así, según muchos autores, el infanticidio no sería tan común como en épocas anteriores.

Por otro lado, aunque conozcamos poco de las tasas de infanticidio, menos aun conocemos las tasas de infanticidio indirecto, que es el que se produce al dejar la madre, consciente o inconscientemente, de prestar los suficientes cuidados al niño, lo que a la larga produce su muerte. Este tipo de infanticidio es mucho más frecuente de lo que se podría pensar a simple vista, y puede producirse tanto consciente como inconscientemente.

Debemos ser cuidadosos al considerar el tema del infanticidio y la exposición, ya que no podemos juzgar a los hombres del pasado por nuestra propia mentalidad. Hoy en día y en nuestra sociedad actual tratamos a cada bebé como un ser humano importante y valioso, y en él volcamos una gran cantidad de cariño con cierta seguridad, pues es poco probable que muera. Si el niño muere lo consideramos una gran tragedia. Pero en la antigüedad las posibilidades de que el recién nacido muriera al poco de nacer eran muy elevadas. No se tenía la seguridad de que sobreviviera ni siquiera si había nacido fácilmente y aparentemente sano. Así pues la implicación emocional de los padres con el recién llegado a la familia era necesariamente menor que en la actualidad. La relación de amor se establecería más tarde, cuando las esperanzas de que viviera fueran mayores.

Podemos detectar este sentimiento en la renuencia de la sociedad a considerar como una persona, como un verdadero ser humano al recién nacido, que en caso de morir en los primeros días no es ni siquiera enterrado normalmente, sino que podía ser enterrado en los aleros de las casas. Así mismo la violencia en una casa griega o romana no tenían el mismo valor que le damos hoy en día. Los castigos físicos eran algo normal si eran aplicados a quienes no se concedía la capacidad de razonamiento adecuado, es decir, sobre los hijos, la mujer y los esclavos. Los niños se acostumbraban desde pequeños a ver y sufrir la violencia en su casa, incluso podía ver morir a manos de su padre al pedagogo o la nodriza que le había criado. Tenían también presente que su padre tenía sobre él el derecho de vida o muerte. La violencia era vista también en Roma en los diversos juegos. La vida y la muerte tenían un valor mucho menor de lo que hoy nos dicta nuestra moral.

Hay que decir que, mientras que la legislación impulsaba a los individuos a casarse y reproducirse, para mantener una fuerza ciudadana suficiente, también había consejos sobre la necesidad de controlar el número de hijos, si bien no existía una legislación que lo controlara al uso de las que hoy vemos en China. Una pareja podía tener todos los hijos que desease y pudiese, pero el no mantener ese número dentro de lo razonable solo traería la desgracia para la familia. En primer lugar por la necesidad de un desvío constante de recursos hacia la mujer embarazada, cuya capacidad productiva disminuye o cesa, y los niños pequeños, aun incapaces de producir. Por otro lado, en una sociedad en que la herencia se repartía entre todos los hijos y no iba a parar exclusivamente al primogénito, el tener un gran número de hijos supone una fragmentación del patrimonio que puede suponer que cada hijo reciba una parte demasiado pequeña como para sobrevivir con un mínimo de dignidad.

Así vemos a Hesíodo, por ejemplo, aconsejando no tener más de un hijo. Se habla de los hijos como de la mujer, en clave de rendimiento.


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