R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

Demografía, medioambiente y sociedad

L.A. Ruiz Cabrero

La relación con el entorno por parte de nuestra especie ha supuesto una constante en su desarrollo bajo la óptica de una continua explotación. Bajo esta óptica, el ser humano ha buscado y ha dado una serie de explicaciones a su vida sobre la tierra por medio de diversos sistemas mítico-religiosos, para ser formulada posteriormente por el conjunto de teorías que conforman nuestro bagaje científico, a medida que la adaptación se ha ido complicando debido al empleo de nuevas tecnologías y, en consecuencia, la organización socioeconómica se hacía más compleja. De este modo la necesidad de explicaciones se ha establecido en relación a la demanda de materia por parte de las diversas sociedades forzando a establecer una revisión continua tanto de las "leyes" míticas como de las "leyes" científicas.

Este proceso da como resultado un sistema de creencias e ideas que encajan perfectamente con la estructura óptima de los núcleos de poder, ya sean éstos de carácter laico o religioso, o de ambos a la vez, con el objeto de inducir al conjunto de individuos hacia un comportamiento social determinado y, por consiguiente, efectuar un control económico de la extracción de los recursos del medio que les rodea. Este medio es limitado no tanto por su extensión espacial, ya que los movimientos de materias (comercio) y de población (movimientos migratorios) son factores ampliamente recurridos en el desarrollo de la humanidad, sino por el número de individuos que puede sostener o mejor dicho, por la cantidad de materia demandada por el grupo explotador. Ante esta limitación el ser humano ha debido optar por dos soluciones:

- o bien controlar el número de individuos
- o bien incrementar la producción por la puesta en práctica de nuevos avances técnicos

En la actualidad el género humano supera este problema de tipo adaptativo con la utilización de tecnología aumentando así la producción, dejando de lado las prácticas de control demográfico consideradas como algo atroz. Cierto es que la acumulación de riqueza ha desarrollado en las clases acomodadas el funcionamiento de algunas fórmulas de control sobre el número de hijos a tener en el sentido de proporcionar "un bienestar asegurado" no sólo a nuestros descendientes sino a nosotros mismos, puesto que la función del niño como elemento productivo se halla desfasada y ha pasado a convertirse en un mero consumidor suponiendo más bien una carga económica para el conjunto doméstico-familiar. Ahora bien, esta decisión individual sobre el número de hijos a concebir entra en desacuerdo con las políticas natalistas promovidas por el poder laico o religioso, y contempla exclusivamente la utilización de mecanismos que afectan a la tasa de fecundidad: métodos no procreadores (coitus interruptus...) o el empleo de anticonceptivos, siendo más extraño recurrir al aborto debido en muchas ocasiones a cuestiones de carácter moral.

Además nuestra visión adaptativa se encuadra en un simple interés por aquellos asuntos de índole ecológico que no sobrepasan la preocupación por un mundo más sano, la extinción de especies, la quema y tala de los bosques, la polución..., sin una conciencia global sobre el medio que nos mantiene. Por ello, hablar de ecología y población en otras sociedades, y más concretamente en aquellas pertenecientes al mundo antiguo, conduce a posiciones equivocadas debido a un enfoque erróneo propio de nuestra concepción lejana a los problemas medioambientales que dichos pueblos tuvieron que soportar.
El incremento o descenso del tamaño de un grupo de población entronca directamente con las tasas de fecundidad y mortalidad dentro del mismo. Estas dependen de factores biológicos aunque, y ante fases de regulación demográfica, con gran frecuencia influyen consideraciones sociales y culturales. Respecto a la tasa de fecundidad los mecanismos socio-culturales más recurridos son:

1. Tabú post-parto. Implica el cese de las relaciones sexuales en un período posterior al parto, generalmente equivalente a la duración de la lactancia. Hay que añadir que durante este espacio de tiempo por lo general la fertilidad de la mujer es nula ya que el fenómeno de la amenorrea es típico de la lactancia. Ello es debido a la producción de prolactina, una hormona que regula la actividad mamaria, y que impide la producción de las hormonas gonadotróficas que a su vez regulan el ciclo de ovulación .
2. Continencia ritual. Prohibición de mantener relaciones sexuales en ocasiones de tipo ritual. Dentro de estas prohibiciones se encuadraría el celibato.
3. Formas de actividad sexual no procreadora. Las relaciones sexuales son permitidas siempre que el esperma dentro de las relaciones heterosexuales no llegue a la vagina mediante el empleo del coitus interruptus, coitus obstructus o masturbación, sodomía, es decir, técnicas no coitivas; o bien mediante la puesta en práctica de relaciones homosexuales .
4. Método del ritmo. Observa la abstinencia en los períodos de fertilidad de la mujer. Así mismo hay que tener en consideración los momentos de fertilidad masculina.
5. Empleo de anticonceptivos .
6. Edad. Estimaciones sobre una mujer saludable apuntan hacia unos treinta y cinco años de fertilidad durante los cuales puede dar a luz una treintena de hijos, ahora bien este número ha debido darse rara vez, ya que la fecundidad puede fluctuar debido a accidentes, dietas inapropiadas o insuficientes, e incluso por prácticas sexuales perjudiciales . No obstante los años de fertilidad difieren con la edad, sobre todo en la establecida para contraer matrimonio; no es de extrañar puesto que el mayor número de hijos (sean legítimos o no) nacen dentro del núcleo familiar a pesar de la frecuencia de las actividades extramatrimoniales en las distintas sociedades.
7. Salud. El estado físico y psicológico de los cónyuges afecta a la probabilidad de producirse el embarazo .
8. Poligamia. Las relaciones sexuales marcadas por una frecuencia reducida así como la edad generalmente más avanzada del hombre hacen decrecer las tasa de fertilidad en este tipo de sistema familiar.
9. Aborto . Supresión intencionada del embrión por métodos mecánicos o métodos químicos.

En cuanto a la tasa de mortalidad la actuación humana se centra en:

1. Infanticidio. Tanto en su forma directa como indirecta, el comportamiento infanticida se caracteriza por siete formas frecuentes :

- La muerte deliberada.
- El sometimiento a situaciones peligrosas.
- El abandono con posibilidades de supervivencia.
- Los "accidentes".
- Los castigos corporales excesivos.
- La reducción del apoyo biológico.
- La reducción del apoyo emocional.

La consideración social del nacimiento del niño por parte del grupo puede llevar a encubrir ciertas prácticas infanticidas en forma de abortos.
2. Senilicidio. Supresión de los miembros más ancianos de la sociedad. Esta práctica depende de la organización social producida por la división del trabajo, contando entre sus factores la edad. No se debe olvidar que "los viejos sirven al grupo con su experiencia" , conquistando un estatus especial en el seno del grupo, sin perder los rangos acumulados durante su vida, por lo que el senilicidio adquiere matices más propios de autoinmolación.
3. Guerra. La consecuencia más directa es el aumento de mortalidad entre los miembros masculinos de la población con un mayor índice en los jóvenes. Cabe señalar que el índice de mortalidad por causa de la guerra no supera el 10% .
4. Ritual. A través de sacrificios o prácticas caníbales.
5. Magia. Abandono psicológico de la persona.
6. Invalicidio. Supresión de los disminuidos físicos.

A todo ello habría que añadir prácticas en auge como la eutanasia que combinaría elementos tanto del invalicidio como del senilicidio, y la destrucción de una parte de la población por motivos étnicos, religiosos... sin una abierta declaración de guerra.

La frecuencia e intensidad en la utilización de estos mecanismos ha dependido de los problemas de adaptación y desarrollo de las múltiples comunidades humanas, sin suponer una fuerte regresión al crecimiento del ser humano, pues marcaban las líneas para una inmediata expansión una vez superados los problemas demográficos. Se argumenta en numerosas ocasiones en contra de la utilización de técnicas de control demográfico en poblaciones anteriores a la revolución industrial considerando que los mecanismos biológicos, sobre todo aquellos relativos a la mortalidad, proporcionaban por ellos mismos un bajo nivel en el crecimiento de la población. No se puede negar que la eficacia de estos mecanismos se ha visto cortada con los avances sanitarios e higiénicos en la actualidad, sin embargo, y a pesar de los altos índices de mortalidad por plagas y epidemias o "habida cuenta de que la alta mortalidad intrauterina y los abortos son "naturalmente" altos -se calcula que hasta un 25% de los embarazos al cabo de cuatro semanas-" , las sociedades preindustriales con el advenimiento de técnicas recolectoras, y sobre todo con la introducción de la agricultura y la ganadería, adquirieron una tasa elevada de fecundidad que amortizaba los efectos causados por la alta mortandad .

La tasa de crecimiento de la población, en los primeros tiempos del desarrollo de la revolución urbana, se estabilizó entre un 0,04% y un 0,16% anual . Este proceso de aumento demográfico fue constante en las diversas comunidades humanas y su relación con los recursos productivos llevó "a un agotamiento acelerado del entorno y a rendimientos decrecientes por unidad de esfuerzo de trabajo, salvo que en un plazo de tiempo lo bastante corto se produzca un traslado a un hábitat más explotable o a una tecnología más eficiente o más intensiva" . No todas las vías empleadas dieron un óptimo resultado y aquellas poblaciones que tomaron decisiones no adaptativas fracasaron, abocando a su consiguiente desaparición. Una vez abarcado el radio de terrenos que un asentamiento podía en condiciones normales explotar, la opción resultante para el mantenimiento de la comunidad no era otra que aquella de la intensificación del uso del suelo por medio de nuevas tecnologías, de ahí el empleo de utillaje pesado (arado seminador) así como la proliferación del empleo de canales junto a una mayor especialización de las labores agrícolas (control de pestes, fertilizantes, preparación del suelo...) .

Este hecho llevó parejo un férreo sistema de organización social ya que las diferencias sociales, basadas en la posesión de la tierra, fueron en aumento llevando hacia una estratificación social todavía más agravada por la fuerza migratoria hacia las ciudades lo que suponía una diferencia cada vez mayor entre habitantes y emigrantes . Sin embargo, la unidad socio-económica básica continuó siendo la comunidad aldeana integrada por familias de tipo nuclear o de tipo extenso.
Un claro exponente de la importancia de la comunidad aldeana en el sistema de producción lo supone el reino de Ugarit. Según se puede extrapolar de los datos presentados por M. Heltzer y M. Liverani :

familias habitantes fracción %
Ciudad 1000 6000/8000 1/4 – 1/5 25 / 20% Improductivos
Aldeas (150) 5000 25000 4/4 – 4/5 75 / 80% Productivos
Total 32000/33000 100%

Como propone G. Saadé , en su análisis del territorio comprendido entre la costa y Nahr el-Kebir, aproximadamente una extensión de 2.250 km2 (75 x 30 km), 1/3 del total se empleaba en actividades agrícolas, mientras 2/3 se dedicaban a pastos y bosque. Según los cálculos propuestos, la densidad de la zona giraba en torno a 15 hab. x km2, siendo, si se acepta un cálculo sólo en lo referente a las tierras de utilización agrícola, un total de 40 a 45 hab. x km2.

Debido al ámbito árido y templado la producción agrícola sufría severas fluctuaciones, requiriendo de una mayor especialización en las tareas agrícolas . Una buena cosecha necesitaba de la buena coordinación en todos los pasos del proceso: preparación del terreno, plantación, mantenimiento y recogida de cosecha . La agricultura cerca de los cauces de agua, y por tanto de regadío permitía mayor multiplicidad de cultivos, se obtenían ajos, cebollas, legumbres y el fruto natural de la palmera datilera, aprovechando las laderas por aterrazamiento, vid y olivo, mientras que el grueso de la tierra se destinaba a la producción de cereal . El ganado sumaba proteínas animales a la dieta así como piel y lana, nutrientes en forma de abono o simplemente como animales de carga o tiro. Su inclusión favorecía al agricultor ante aquellas épocas de pérdidas en el rendimiento agrícola general, significando un seguro a corto plazo ya que la cría de animales domésticos estaba menos sujeta a catástrofes.

Sin embargo, el sobrepastoreo podía llegar a causar efectos nocivos en el medioambiente. La acción combinada de rebaños mixtos de ganado caprino y ovino suele llevar a una destrucción de la cubierta vegetal, produciendo la erosión del terreno y la consecuente pérdida de pastos , por su parte los puercos al hozar dañan los bosques y matorrales, mientras que para la cría de ganado vacuno puede derivar en la quema de campos a fin de estimular el pasto. La trashumancia, como forma de pastoreo, permitía un mejor aprovechamiento del medio equilibrando los efectos destructivos. La explotación del ganado menor, rebaños mixtos de ovejas y cabras, en una zona con mayoría de regiones semiáridas como Siria-Palestina, estaría íntimamente relacionada con la necesidad de agua que posibilitaba la abrevación y el pasto de los rebaños . Las rutas de trashumancia, ocasionadas por la alternancia anual entre el periodo lluvioso invernal y el periodo seco del verano, debían por tanto estar ligadas a los itinerarios de agua bastante cercanos entre sí, ya que este tipo de ganado carece de fuertes reservas de líquido y su acción combinada en la ingestión de alimentos deriva a una erosión del terreno y una perdida de las zonas de pastos.

Consecuentemente la dimensión del tamaño del ganado y su permanencia en las diversas áreas de pastos y agua, se vería limitada por esta necesidad de recursos que aporta el medio e influiría a su vez, como se ha mencionado, en el tamaño del numero de individuos que el grupo podía sostener (nº de componentes = presión de alimentos disponibles). La búsqueda de fórmulas de articulación se desarrollaría a través de la solidaridad de grupo, los pactos de sangre, las venganzas sangrientas y la hospitalidad, propias de una sociedad de tipo nómada, y la repartición de territorios (cuidado y utilización del pasto) se sancionaría por medio de leyes morales . Si el sistema compacto se viera afectado por una catástrofe ecológica, se intensificarían paulatinamente los mecanismos de defensa ante el peligro de la desaparición del grupo, con fórmulas de control mágico del medio natural por parte de un chamán (vocablo con el que hacemos referencia en un sentido antropológico al especialista en cuestiones religiosas y mágicas en el contexto cultural de las comunidades tribales) con funciones especializadas, y fórmulas de control demográfico que adecuasen la demanda del grupo a las posibilidades del entorno.

El régimen productivo en la tierra de Canaán se basaba en la agricultura intensiva dependiente de los regimenes de lluvias. La compartimentación del paisaje impedía una agricultura en extensivo que se veía reducida a zonas como el valle de la Beqaa o la llanura de Asdralón . La seguridad ante una catástrofe natural, se podía obtener por la conjunción de un sistema agrícola ganadero , aunque la persistencia de una sequía llevaba a la destrucción de zonas de pastos pues éstos, también se veían condicionados por el régimen de lluvias y la alimentación de los animales a través de grano, otro producto agrícola no podría administrarse cuando surgiesen estas catástrofes naturales con la derivada perdida del rendimiento agrícola. Prueba de esta perdida de rendimiento se constata en la zona de sirio-palestina durante el Bronce Reciente con índice de producción 3:1, máximo 5:1, entre recogida y simiente respectivamente . No obstante, las condiciones agrícolas, o mejor dicho la vida agrícola no perdió su ritmo de crecimiento, de este modo, a pesar de las invasiones parasitarias que hicieron presa en las comunidades aldeanas y consecuentemente en densidades de población mayor, el flujo de emigrantes y alimentos del campo a la ciudad fue constante ya que, de no haberse dado este aporte, las sociedades habrían desaparecido.

La distribución de lluvia en el área del Levante asiático acontece por medio de dos vías. Un primer canal utiliza el siroco del sur y cae en forma de tormentas violentas, con amplio aparato eléctrico. "Si no se produce la lluvia, significa hoy, al igual que entonces, una consecuencia de los pecados, especialmente de los pecados de los jeques" . El relato de la muerte de los descendientes de Saúl (II Sam. 21) entraría en contacto con esta forma de sentir religioso. Tras tres años de hambruna causada por la sequía, David consulta a Yahweh, en un claro oráculo chamánico, cuya respuesta (II Sam. 21, 1) determina la causa de la catástrofe en Saúl, el cual había masacrado a los gabaonitas contradiciendo las palabras de Yahweh por medio de Josué que había decidido respetarlos (Jos. 9, 3s.). La alternativa a la sequía quedaba por tanto en manos de los habitantes de Gabaon, los cuales exigen a David el sacrificio de siete descendientes varones de Saúl "ante Yahveh en Gabaon, en el monte, ante Yahveh" (II Sam. 21, 6). En esta tesitura, David acepta de inmediato, pues eliminaba a siete peligrosos avales al trono (dos hijos de Saúl con la concubina Risfa y cinco nietos de su hija Merob) y aumentaba las relaciones con los gabaonitas que pasaban a ser miembros de la creciente federación judía. Los elegidos son colgados, muriendo al comienzo de la siega de las cebadas (II Sam. 21, 9), determinando el fin del período de sequía (II Sam. 21, 9-14). La elección del lugar de sacrificio y su ejecución plantea una similitud con el sacrificio regio de príncipes de sangre real, que recibe el nombre de capacocha, practicado en el imperio inca bajo la misma observación ecológica: "las nubes que traían la lluvia rondan por la cumbres, allí las tormentas estallan y las corrientes de agua descienden por las faldas de las montañas" . Este tipo de lluvia es desastrosa para las pequeñas plantaciones de Transjordania, pero llenan las cisternas de la estepa y no es nociva para el arbolado en general . No es de extrañar la asimilación de estas tormentas torrenciales con un dios colérico de la tempestad (Baal/Yahveh).

Un segundo canal utilizado por la lluvia es el viento del suroeste y del oeste, y cae en forma de precipitación suave, benéfica para las plantaciones agrícolas y los pastos de montaña, aunque, igualmente, la precede con frecuencia la tormenta. Este tipo de agua es la que espera Elías en una cumbre de la sierra del Carmelo desde el mar. Al igual que en reinado de David, el reinado de Acab sufrió una sequía durante tres años, profetizada por Elías (I Re. 17, 1). La historia, que consagra la separación entre Baal y Yahveh (I Re. 18, 21) en una clara proyección de la cúpula yahvística, muestra un espectacular ritual de la lluvia en una cumbre del Carmelo que termina con la celebración de un sacrificio humano (I Re. 18). El lugar del sacrificio escogido en un primer momento resalta de nuevo la situación significativa de las montañas para la magia de la lluvia; sin embargo, en el Muhraqa ("el lugar del sacrificio") solo se celebra la competición entre los sacerdotes de Baal y Elías (I Re. 18, 19). Las técnicas mágicas que utilizan ambos chamanes no son muy distintas entre sí, la diferencia en el éxito de la función revierte en la materialización de Yahweh Sabaot por medio de un fuego sobrenatural (I Re. 18, 30-39). Ante el triunfo, es donde realmente entraría en juego el verdadero ritual de lluvia, Elías sacrifica a los sacerdotes de Baal, no encima de la montaña, sino en el wadi Cison (I Re. 18, 40) tras una larga caminata de al menos media hora.

Otra vez la mirada se vuelve hacia las creencias inca o mapuche según las cuales cada montaña tiene su fuente de agua: un torrente , y de ahí, resaltar la plena significación hebrea hacia esta geografía ecológica, "No sois vosotros hijos de pecado, raza de mentira, encendidos de corrupción bajo el terebinto y bajo todo árbol frondoso, sacrificando niños en el lecho de los torrentes, en los huecos de las peñas?" (Is. 57, 5); de esta manera el valle de Ben Hinnom coincide, como ya se ha expuesto, con el wadi er-Sarabe. Una vez celebrado el sacrificio, Elías vuelve a subir a la cumbre y mira hacia el mar (I Re. 18, 43), repitiendo el mismo ejercicio siete veces (resulta anecdótico el numero de veces que Elías espera la lluvia, numero que delata los siete estados del chamán, y además, sea o no un fenómeno natural, más chocante aún es la conjunción de un periodo de tres años de sequía en los reinados de David y Acab) antes de notificar "ya suena gran ruido de lluvia" (I Re. 18, 41).
Los sonidos de la tormenta y el correr del agua se identificaban con los mugidos del toro, símbolo de Baal.