R. Díaz Maderuelo - J. M. García Campillo - C. G. Wagner - L. A. Ruiz Cabrero - V. Peña Romo - P. González Gutiérrez

El sacrificio Molk: interpretación

Carlos G. Wagner, L. A. Ruiz Cabrero y V. Peña Romo

El sacrificio restringido:

La interpretación que los estudiosos han hecho del molk lo ha venido caracterizando a menudo como una práctica circunstancial, esporádica y restringida, que solo afectaría a un sector específico de la población. Se trataría, según esto, de un ritual propio sobre todo de la realeza y de las familias nobles ante situaciones especialmente críticas que implicaran grave peligro colectivo para la comunidad. Una argumentación de este tipo, que se hace descansar sobre las noticias proporcionadas por algunos autores antiguos o sobre algunas referencias bíblicas, deja planteada la incógnita acerca de la naturaleza de las abundantes incineraciones descubiertas en los tofets. No es de extrañar, por tanto, que el siguiente paso que se produzca consista, como veremos, en rechazar la naturaleza cruenta del molk y en convertir aquellos en necrópolis infantiles.

Como se puede advertir se ha dado un problema de método y un problema de enfoque. Un problema de método, ya que se mezclaban noticias de contenido muy diverso, confundiéndose distintos tipos de sacrificios (ofrenda de las primicias, rituales de lluvia y fecundidad, sacrificios de fundación, rituales para conjurar un peligro o amenaza grave, etc) que eran puestos en relación con el molk sobre la base de un tipo de evidencias totalmente distintas, como las inscripciones de las estelas de los tofets., lo que no ayudaba precisamente a clarificar la cuestión. Un problema de enfoque, ya que, como queda dicho, este se ha limitado a las perspectivas proporcionadas por la fenomenología y la historia de las religiones ,con escasas y muy periféricas incursiones en la antropología de la religión, y adolece de un condicionamiento por "mentalidad" que es incluso reconocido abiertamente. Así, como magistralmente lo ha expresado Amadasi Guzzo (1986: 189 ss): "E infatti particolarmente arduo riuscire ad ammettere che popoli a noi relativamente vicini,sia nel tempo, sia nello spazio, abbiamo regolarmente praticato riti che non ci appaiano giustificabili: limitare il sacrificio dei bambini a casi eccezionali, se nom eliminarlo completamente, apare perciò come uno sgravio di coscienzia".

El sacrificio molk, como cualquier otro hecho religioso, posee unas connotaciones en significado y función que rebasan el fenómeno religioso en sí, para involucrar otros aspectos del sistema sociocultural, por lo que es preciso un enfoque que trascienda sus aspectos filológicos e histórico-religiosos. La historia de las religiones es una disciplina histórica que, utilizando el método comparativo, intenta comprender la originalidad de cada religión interesándose por los problemas de su génesis y su desarrollo . Su aproximación es importante pero no única ni definitiva. Es por ello que, pensamos, la alternativa debe proceder de una perspectiva multidisciplinar integrada, cuya principal eficacia, respecto a los estudios tradicionales, radique en la valoración de los cometidos y funciones socioculturales de las creencias y prácticas religiosas. Esto es, un enfoque antropológico y social de la religión con su debida contextualización en un marco al que por su propia problemática pertenece, como es el debate sobre la incidencia del infanticidio en las sociedades del mundo antiguo. Realidad esta, como otras tantas, controvertida pero no por ello menos cierta (Tarn y Griffith, 1969: 74 y ss; Brunt, 1971: 153: Angel, 1972: 100; Eyben, 1980-1: 12 ss; Harris, 1982: 114 ss; Picard, 1982: 162 ss; Pomeroy, 1987: 86; de Ste Croix, 1988: 127; Carcopino, 1989: 110 ss; Lerner, 1990: 141 y 296; Garnsey y Seller, 1991: 163 ss; Suder, 1991: 409), lo que hace menos comprensible que las ciudades fenicias, tanto en Oriente como en el Mediterráneo, hayan quedado al margen de una problemática común a muchas sociedades preindustriales e incluso modernas (Freemaan, 1971; Langer, 1974; Harris y Ross, 1991).

La hipótesis funeraria.
Dentro de esta controversia, la hipótesis que defiende la idea de un sacrificio incruento, de un rito meramente simbólico ha alcanzado recientemente un éxito considerable. En realidad se trata de una idea antigua, formulada tiempo atrás en el marco del debate sobre la naturaleza y el carácter del molk, y que no aporta apenas nuevos argumentos a los ya conocidos, basándose, sobre todo, en la espectacularidad de su puesta en escena, coincidiendo con la celebración, en Roma, del Segundo Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos en noviembre de 1987, aunque previamente el terreno había sido preparado por algunas opiniones y trabajos en tal sentido. Así el precedente más inmediato se puede encontrar en un trabajo de Benichu-Safar (1981) en el que la autora se interroga a cerca de la escasez de restos de niños en las necrópolis púnicas de Cartago y planteaba la hipótesis de una posible utilización del tofet como necrópolis infantil. Un poco después Simonetti (1983) preparaba el terreno con una reinterpretación de los textos antiguos en los que pretendía diferenciar entre noticias, las más abundantes, relativas a asesinatos rituales, que serían sumamente episódicos, y a sacrificios humanos. A partir de ahí y de acuerdo con una interpretación que ha llegado a contar con un cierto número de adeptos (Simonetti, 1983; Moscati, 1987; Ribichini, 1987; Olmo Lete, 1990; Grass, Rouillard y Teixidor, 1991: 185 y ss.; Moscati y Ribichini, 1991, Benichou-Safar, 1993: 133 ss) el sacrificio del molk se considera un rito religioso que no constituyó en realidad una practica cruenta, y los tofets, esos recintos en que los arqueólogos han encontrado en muchas ciudades fenicias del Mediterráneo los restos incinerados de niños de corta edad en centenares de urnas, albergarían por consiguiente las víctimas ocasionadas, no por tales sacrificios, sino por la alta mortalidad infantil de la época, idea que, había sido expuesta tiempo atrás, y sin demasiado éxito, por Schaeffer (1956: 67).

De hecho la escasa novedad argumetal que han introducido los detractores del carácter cruento del molk es quizá su rasgo más sobresaliente, pues no es sino una relaboración de ideas que ya habían sido manejadas por otros autores en el seno de este debate, lo que a su vez es consecuencia del enfoque con que ha sido acometida. La principal novedad radica, frente a todo lo ya conocido, en poner el énfasis en la ausencia de tumbas infantiles en las necrópolis fenicias y púnicas, así como en la corta edad de los niños incinerados en los tofets. Pero, como veremos, tras un análisis detenido de su problemática estas afirmaciones pierden gran parte de su contundencia . Por ello, pese a la insistencia en presentar el "viejo nuevo punto de vista" en numerosas y sucesivas publicaciones, no han terminado por convencer a otro sector importante de estudiosos e investigadores.

Sacrificio e infanticidio.
Persisten, por consiguiente, quienes sostienen que el molk era, muy por el contrario, un sacrificio infantil de carácter cruento (Stager y Wolf, 1984; Lipinski, 1988; Day, 1989; Picard, 1990; Clifford, 1990: 279; Brown, 1991; Wagner, 1991; Levenson, 1993: 18 ss; Lancel, 1994: 231 ss), si bien las interpretaciones que se hacen del mismo no siempre son coincidentes. Son, desde luego, minoría quienes, en este lado, consideran que la práctica del molk se inscribe en un contexto mucho más amplio, que no es otro que aquel del infanticidio en el mundo antiguo, no por muchas veces silenciado, negado incluso, por ello menos real. Claro está que ahí abordamos cuestiones que van más allá del carácter de los documentos y de la lectura que se haga de ellos desde una perspectiva estrictamente histórico-religiosa. Entramos de lleno en la problemática de la multifuncionalidad de las creencias y prácticas religiosas, así como del control social y de la regulación demográfica. Y estas ya no son cuestiones que se resuelvan sólo con los documentos. Detrás hay una concepción del mundo, de las relaciones sociales, de los medios que las personas emplean para enfrentar sus problemas y determinadas situaciones restrictivas en una coyuntura dada; de la misma naturaleza de tales problemas y situaciones.

Critica de la hipótesis funeraria.
Al contrario de lo que piensan los defensores de la hipótesis funeraria, la baja edad de la mayoría de los niños incinerados en los tofets es otro argumento a favor de la hipótesis del infanticidio ritualizado. Como hemos visto, los primeros días del recién nacido constituyen, de acuerdo con una concepción bastante generalizada que discrimina el parto del nacimiento, convertido así en un hecho no biológico sino social, el momento más adecuado para poner término, de una manera u otra, a su vida. Ello explica que muchas de las víctimas, incineradas en el molk sean neonatos. Por otra parte, en contra de algunas pretensiones de ver un elevado numero de fetos entre tales restos, como argumento de apoyo a la hipotesis funeraria, es preciso señalar que no hay manera de distinguir entre un niño nacido muerto prematuramente y uno que muere al poco de nacer (Ribichini y Xella, 1994: 82). Además, la evolución por edades que parece darse en algunos sitios, como Cartago, es dificil de explicar desde la perspectiva de la mortalidad infantil. En efecto se ha observado en el tofet cartaginés que las urnas más antiguas son las que contienen un porcentaje mayor de niños de muy corta edad (prematuros o neonatos), mientras que las más recientes incluyen un mayor número de niños de un año y aún mayores (Stager, 1980: 7). ¿como explicar tal contraste desde la mortalidad infantil?, ¿por una relativa mejora en las condiciones de la temprana infancia?, entonces ¿como se explica el número mucho más abundante de muertes en los estratos más recientes del tofet?.

Atribuir a los tofets el carácter de necrópolis infantiles introduce, como se ve, más incertidumbres que incógnitas resuelve, ya que hay que explicar también el contenido votivo de las inscripciones y la presencia de urnas que sólo tienen restos de animales, o bien de niños y animales. Todo ello se pretende, no obstante, resolver invocando el supuesto carácter iniciático de los rituales funerarios que allí habrían tenido lugar (Moscati y Ribichini, 1991: 34-37), de tal forma que los tofets resultarían espacios funerarios destinados a un rito específico de iniciación reservado a los niños de corta edad que fallecían por causas naturales, y no santuarios donde se practicaran sacrificios. Se pretende, incluso, que el ritual es el mismo para los niños enterrados en el tofet y en las necrópolis (Benichou-Safar, 1995: 100), lo que reforzaría el carácter funerario de los primeros. Pero esto no siempre es así. De hecho la situación es mucho más compleja, ya que los niños enterrados en las necrópolis, junto con los adultos, unas veces son incinerados mientras que otras muchas son inhumados (Tejera Gaspar, 1975: 782, 784 y 786).

Por otra parte, como ha sido observado, el supuesto carácter iniciático del molk no tiene por que ser contradictorio con su naturaleza cruenta (Picard, 1990: 86-88). Ha sido concebido incluso como un rito de paso post mortem en relación con un supuesto rito cananeo de "pasar bajo el yugo" de la divinidad (Benichou-Safar, 1993) en un intento de despojar al molk de cualquier atisbo de vcarácter cruento. La idea en sí no es original, ya había sido antes aplicada a la «necrópolis» infantil de Thysdrus, que si bien revela algunas influencias que podrían proceder de los antiguos tofets púnicos de la región, también presenta manifiestas divergencias con ellos (Slim, 1983: 80 y 84). Esta iniciación funeraria pretendería conseguir para los fallecidos, situados ahora bajo la protección de la(s) divinidad (es) del tofet, un bienaventurado destino en el más allá, que por su condición de miembros excluidos o no integrados en la comunidad de adultos no tendrían plenamente garantizado.

La presencia de inscripciones votivas sobre monumentos (cipos, estelas), en las que los oferentes manifiestan su intención de hacer una ofrenda a los dioses, es sin embargo un impedimento serio para concederle a los tofets el carácter de espacios funerarios (siquiera iniciáticos), ya que este tipo de epígrafes corresponde a los santuarios más que a las necrópolis. Ante ello, se argumenta que no existe una evidencia real que permita relacionar tales monumentos con las urnas a las que parecen acompañar (Ribichini, 1987: 38; Moscati y Ribichini, 1991: 27-31), por lo que se opta por la explicación de que las estelas podrían no haber sido colocadas siempre en el tofet en el mismo momento en que lo fueron las urnas, sino en aquel en que se solicita el don o se agradece su concesión, que no sería otro que el que la divinidad acogiese en su seno protector al pequeño fallecido y protegiese a los que aún seguían con vida. La hipótesis es seductora pero resulta forzada. Por otra parte, la presencia de restos incinerados de pequeños animales, por lo común ovicápridos, que a la luz de los diversos testimonios convergentes (mlk'mr) es interpretada como sacrificios de sustitución, lo que convierte en sumamente improbable la caracterización de todos estos recintos en necrópolis infantiles (Stager y Wolff, 1984: 39; Fedele y Foster, 1988: 33 y 42), se considera cómo ofrecimiento de ex-votos en honor de las divinidades protectoras (Moscati y Ribichini, 1991: 34).

Como ya dijimos se parte de la constatación previa de la ausencia de niños en las necrópolis fenicio-púnicas (Ruillard, Graas y Teixidor, 207), pero también aquí la argumentación resulta forzada. Un examen detenido de los datos publicados muestra la presencia de enterramientos de niños junto a los adultos en las necrópolis fenicias y púnicas, no sólo del Mediterráneo (Tejera Gaspar, 1975: 782), como Malta (Schwidetzky y Ramaswamy, 1980: 111, 113 y 115), Ibiza (Gómez Bellard, Hachuel Fernández y Marí i Costa, 1992: 87 ss) y la misma Cartago (Lancel, 1982: 333), sino también de Oriente (Smith, Horwitz y Zias, 1990: 140-143). Por supuesto la proporción es siempre menor que la de los adultos, pero esto mismo se observa en cualquier otra parte del mundo antiguo (Clifford, 1990: 58), por lo que no resulta un argumento convincente. A esto hay que añadir la escasa atención que los arqueólogos han prestado muchas veces a este tipo de sepulturas, como alguna vez se reconoce (Tejera Gaspar, 1975: 781; Lancel, 1994: 235), lo que seguramente influye en que conozcamos un número menor a las realmente existentes, con lo cual el problema se va perfilando de una forma bien distinta.

Una buena manera de avanzar en el conocimiento de todas estas cuestiones pasa necesariamente por la elaboración de una metodología clasificatoria de las tumbas infantiles en las necrópólis así como de sus ajuares. Algunos aproximaciones se han realizado a este respecto, tanto para un ensayo de la tipología de las sepulturas (Tejera Gaspar, 1975: 787 ss) como para las asociaciones significativas que éstas presentan con el tipo de tumba, el ritual funerario, los ajuares y su contenido (Goméz Bellard, Hachuel Fernández y Mari i Costa, 1992). Creemos que es éste uno de los caminos correctos para seguir avanzado en nuestro conocimiento de las muertes infantiles en el mundo feniciopúnico, a fín de corregir lo que, en nuentra opinión, ha constituido desde un principio un planteamiento incorrecto, como es el subordinar los enterramientos infantiles en las necrópolis al esclarecimiento de la función de los tofets (Benichou-Safar, 1995: 98 ss), relegando, como se ha visto, problemas y cuestiones importantes ante la preferencia que se concede al estudio de la ideologia funeraria y la forma de los ritos, aspectos que focalizan gran parte de la atención, en una estrategia de investigación que se convierte de este modo, se quiera o no, en subsidiaria de la vieja fórmula idealista consistente en reemplazar lo que realmente sucede por lo que la gente es inducida a creer que sucede.

Así, si bien es cierto que en el mundo antiguo, y en muchas otras sociedades preindustriales, parte de los niños muertos a temprana edad ocupan espacios funerarios distintos a las necrópolis destinadas a los adultos, por lo común se trata de formas de enterramiento (en muchos casos bajo el suelo de las mismas viviendas) que no constituyen propiamente necrópolis diferenciadas. Se diga lo que se diga, las necrópolis infantiles son siempre una excepción (Slim, 1983: 77 y 84), y no deja de ser elocuente que en los trabajos en que con más empeño se defiende el presunto carácter de necrópolis infantiles para los tofets del mundo fenicio-púnico (Moscati, 1987; Ribichini, 1987: 47 y 49) sólo se puedan citar dos ejemplos de ellos (Atenas y Thysdrus). Por otra parte el mismo hecho en sí del pequeño porcentaje de tumbas infantiles en las necrópolis de la Antigüedad, en contraste con los índices de mortalidad infantil que se manejan (40/50 %), sugiere una muerte distinta para aquellos que no están enterrados con los adultos. La explicación iniciática pierde entonces bastante fuerza. ¿Que ocurre con los niños enterrados en las necrópolis?, ¿como y por que habían sido admitidos en el espacio funerario reservado a los adultos?, ¿por qué no precisaban iniciación post mortem ? ¿qué es lo que realmente impide a los otros estar presentes en las necrópolis?. La respuesta es que su familia, como en el caso de la exposición o abandono, se ha despreocupado o deshecho deliberadamente de ellos bajo alguna forma de infanticidio encubierto. Estos son los niños que no encontramos en ninguna parte. Precisamente la diferencia que plantean los fenicios respecto a otros pueblos, como griegos y romanos, es que con su forma de encubrir el infanticidio, la ritualización, han dejado un registro arqueológico que contrasta con la ausencia de datos en otras lugares.

La ausencia de niños en las tumbas fenicio-púnicas.
Tras un análisis de gran parte de las publicaciones arqueológicas, podemos afirmar que existen dos tipos de factores condicionantes a menudo interrelacionados: los de tipo ritual, o intrínsecos a la tipología de la tumba infantil, y los de tipo arqueológico, o dependientes de la propia labor del arqueólogo.

1. Condicionantes de tipo ritual.
En lo que respecta a los condicionantes de tipo ritual, hay que señalar que el tratamiento dado a un niño tras su deceso era, en líneas generales, más simple que el de los adultos, procurando un menor coste proporcional, tanto en esfuerzo como en ajuar de acompañamiento. Estos condicionantes se traducen en:

a) La escasa profundidad a la que aparecen los enterramientos infantiles. La profundidad a la que aparecen estas tumbas es casi siempre inferior a las de los adultos, siendo en muchos casos de pocos centímetros . Este factor hace que este tipo de tumbas estén mucho más expuestas a la erosión y las violaciones, y que en muchas ocasiones se pierdan irremediablemente. Si se añade el hecho habitual, aportado por los ejemplos de las necrópolis excavadas completamente, de que las tumbas infantiles se encontraban agrupadas y a veces en zonas altas de la necrópolis, agrava aún más la exposición de las mismas.

b) La agrupación de tumbas infantiles. Es habitual que las tumbas de niños se encuentren agrupadas en uno o varios grupúsculos dentro de la necrópolis . Por ello y como en la mayoría de los casos solo se han excavado algunos grupos de tumbas, entra en juego un factor aleatorio: si se da con el grupo infantil el porcentaje sube considerablemente, mientras que si no es así desciende brutalmente.

c) Menor cuidado en la observación del rito. Junto a tipologías de tumbas infantiles perfectamente definidas (inhumaciones en ánfora , incineraciones en urna , alveolos en cámaras , fosas , cámaras compartidas con adultos ), parece existir una mayor dejadez en lo que respecta a la observación de un rito, posiblemente para evitar un coste demasiado gravoso en relación a la importancia del niño muerto. Se encuentran niños en pequeñas cavidades naturales de la roca , en simples agujeros en la tierra , en las propias paredes o en medio de los pozos de enterramientos de adultos . En muchas ocasiones estas condiciones permiten todavía más fácilmente la disolución de un cuerpo pequeño y la destrucción del escaso ajuar, si es que existe. A su vez, si la labor del arqueólogo no es exhaustiva, hecho mas habitual de lo que sería deseable (al menos en aquéllas menos recientes), es fácil que los restos pasen desapercibidos.

d) Proporcionalmente mayor cantidad de objetos de adorno. Además de constatarse generalmente una mayor pobreza de ajuar en las tumbas infantiles que en las de adultos, Gómez Bellard señala en Ibiza una mayor proporción de objetos de adorno personal acompañando a los restos de niños, formando parte de dicho ajuar. Cabe pensar que en las numerosas violaciones que han sufrido estas necrópolis, este aspecto pudiera hacerlas especialmente atractivas a los intrusos.

2. condicionantes relacionados con la labor arqueologica.
Realmente todos los condicionantes de tipo ritual podrían haberse subsanado con una buena labor arqueológica y a la inversa, una inadecuada labor arqueológica ha permitido que los condicionantes rituales jueguen en contra del esclarecimiento de las hipótesis del historiador. Desgraciadamente son pocas la excavaciones lo suficientemente exhaustivas para poder identificar con seguridad el número real de niños y adultos que existen en las necrópolis conocidas. Algunos de los problemas más comunes son:

a) Metodología antigua y datos escasos. Las necrópolis antiguas han sido desde los primeros momentos de la arqueología los lugares más buscados por la vistosidad y buena conservación de los hallazgos que proporcionaban. Sin embargo esto ha facilitado, como en el caso de las necrópolis fenicias, la pérdida de muchos datos importantes que los métodos antiguos no recogían . Las grandes necrópolis fenicias, excavadas desde el siglo pasado, cuentan con muchos de estos defectos: en numerosos casos no se detallan las sepulturas una a una, o se hace de forma grosera sin pararse en tumbas pobres o violadas. Los registros son muy escasos y existen campañas enteras que se resuelven enumerando las dos o tres tumbas más importantes . En estas condiciones es muy difícil hablar de un porcentaje fiable de niños enterrados en las necrópolis, pero aún lo es más decir a partir de estos datos que el porcentaje es muy bajo.

A la vez existen tumbas de cámara donde, según ahora sabemos, los niños podían compartir lugar con los adultos. Pero este hecho solo es detectable en excavaciones más modernas en las que el arqueólogo se ha parado a observar detenidamente la pertenencia de unos huesos casi disueltos. La mayor facilidad de desaparición de unos huesos blandos y pequeños justifica a veces esta ausencia.

b) Inexistencia de análisis de incineraciones. Es extremadamente raro que los arqueólogos que excavaron estas necrópolis hagan análisis de las incineraciones para determinar la edad del cadáver. Tanto en estas necrópolis como en las que se mezclan los dos ritos de inhumación e incineración, este último tipo se considera por defecto perteneciente a adulto. Sólo en el caso en el que sea muy evidente a simple vista, se considera la incineración de un niño. Es curioso constatar en aquellos estudios más completos sobre las necrópolis de incineración, como el de una zona arcaica de la necrópolis de Puig des Molins y el de un sector de Byrsa, el porcentaje de deposiciones que pertenecían a niños fue espectacular en contraste con los datos de investigaciones anteriores en otros lugares . Esto quiere decir que si pudieran hacerse a día de hoy análisis en los yacimientos excavados, tendríamos sin duda un porcentaje mayor de niños.

c) Interpretación errónea o dudosa de algunas tipologías de tumbas. Cuando los arqueólogos encuentran, por ejemplo, fosas vacías con tamaño de adulto, lo más habitual ha sido atribuirlas a adulto. Sin embargo, se encuentran en algunas ocasiones fosas de este tipo con varias ánforas conteniendo el cuerpo de un niño inhumado o ya desaparecido, pero que conserva su fisura característica para introducir el cuerpo, o su posición horizontal con una fijación a la tierra. Parece que es un lugar donde se van colocando los niños según ocurre su deceso hasta que terminan por llenarse. Tal y como conocemos en las excavaciones, estas fosas ya violadas, o conservando solo algunos trozos de ánforas, pueden llevar a confusión clasificándose como fosas para adultos, siendo realmente para grupos de niños. Otro caso podría ser la interpretación de los abundantes osarios de la necrópolis de Santa Mónica, por ejemplo, sobre los que Delattre expone la posibilidad de que contengan incineraciones infantiles.

Se dan también otros ejemplos, como Les Andalouses, en el que hay fosas de pequeño tamaño que en ningún caso contienen restos . Vuillemot se pregunta si serán de niños, sin embargo la consideración general, a nuestro entender sin fundamento, es que en ellas se podían colocar huesos descarnados de adultos. Existe además una escasa consideración de algunas piezas de ajuar, como biberones, que en principio creemos deberían ir asociados a niños de los que se ha perdido el cuerpo. Realmente hay interpretaciones demasiado aleatorias, incluso interesadas, que de nuevo permiten hacer descender el número de niños en las necrópolis.

¿Que es entonces el tofet?:
Por otra parte, el mismo número de deposiciones en algunos tofets hace ciertamente improbable su utilización como necrópolis infantil, como observa Bondi respecto a Monte Sirai (cfr: Ribichini y Xella, 1994: 118). Por supuesto esto contrasta con los cálculos que se efectúan para Cartago, unas 20.000 urnas entre el 400 y el 200 a. C, que no son sino la extrapolación al conjunto del tofet de la densidad de hallazgos obtenidos por el equipo americano bajo la dirección de L. Stager (1980: 3), pero entonces ¿debemos suponer que algunos tofets funcionaban como necrópolis infantil mientras que otros no?.

A todo ello se puede aún añadir los datos obtenidos acerca de la posible, aunque discutida (Moscati y Ribichini, 1991: 30) estacionalidad de los ritos de acuerdo con la edad de los animales y las plantas utilizadas en la combustión (Nisbet, 1980; Acquaro, 1980: 7 81; Fedele, 1983: 641; Fedele y Foster, 1988: 41; cfr: Picard, 1990: 83), que de comprobarse, en modo alguno encajaría con la hipótesis de los cementerios (iniciáticos) de niños. Por el contrario dicha estacionalidad, de claros visos equinociales, podría ser puesta en relación con el carácter y naturaleza de Baal-Hamon, la divinidad masculina que presidía los ritos que tienen lugar en el tofet, "señor del Amanus" y dios de la fertilidad y del cereal así como de la montaña y de la atmosfera (Lipinski, 1988-90: 229 ss). A este respecto hay que decir, que pese a que a menudo se afirma lo contrario, hay suficientes indicios como para considerar que el sacrificio de niños estaba difundido en la zona de sirio-palestina (Maccoby, 1982; Levenson, 1993: 3-52) en relación con cultos de fertilidad y en demanda de lluvia (Ruiz, 1993: 90). Es significativo observar como en otros lugares del mundo antiguo la existencia de divinidades asociadas a una montaña, a la lluvia y a la fertilidad, como era el caso del Zeus Likeyos en la Arcadia (Platón, Rep. VIII, 16 565 , Plinio, N.H, VIII, 82) eran relacionadas también con la creencia en la existencia de sacrificios infantiles que formaban parte de su culto.

Seguramente es debido al carácter forzado y contradictorio de buena parte de los argumentos sobre que reposa la hipotesis funeraria, que últimamente algunos de sus defensores parecen haber adoptado una posición un tanto más moderada que incluye el significado sacricifial del tofet y la posibilidad de que se hayan producido realmente algunas inmolaciones, aquellas que corresponderían a los restos de niños de mayor edad (Ribichini y Xella, 1994: 82 ss). De acuerdo con ello el tofet es un lugar sagrado donde se realizan ritos diversos presididos por dos divinidades tutelares de la vida familiar, Baal Hamon, "señor de la capilla doméstica" y su paredra Tanit, lo que excluiría los holocaustos frecuentes ofrecidos a dioses terribles y sedientos de sangre. Una posición similar ha sido mantenida por algunos autores (Suder, 1991) que, si bien rechazan el carácter de infanticidio generalizado para el sacrificio molk y la mayoría de los restos de las urnas que aparecen en los tofets, consideran sin embargo que no se puede excluir del todo la posibilidad de sacrificios de niños deformes o enfermos.